Con solo pasar la mano por encima de un interruptor, el sistema Lumaa apaga las luces y los dispositivos de una habitación, de un piso o de toda la casa. Acaba de ser premiado en la feria Innovar a la mejor patente. Su creador, Sergio Castro, cuenta cómo nació su proyecto y por qué apuesta a reducir el "consumo innecesario".
Publicado el 31 DE OCTUBRE DE 2022
A Sergio Castro (director de una empresa de investigación de mercado) la idea de Lumaa le nació en su hogar. Mejor dicho, para su hogar. “No fue pensado como un producto para comercializar –aclara en diálogo con Tiempo–, sino por respeto al ambiente”. Estaba cansado de ver en su casa las luces prendidas, los aparatos enchufados toda la noche: cargadores de celular, televisores, acondicionadores de aire. Apeló a su formación en colegio industrial y luego en sistemas a nivel universitario, y le pidió al arquitecto de su casa que le dejara un espacio por donde iba a pasar un caño “para algo especial”. Eso terminó siendo un sensor centralizado. Con solo pasar su mano sobre él, apagaba todas las luces de la habitación, o del piso, o de la casa. Luego hizo lo mismo para los enchufes. El arquitecto le insistió en que no podía quedar reservado solo para su hogar. Corría el 2013. Oyó en la radio sobre los premios Innovar, que distinguían a las principales invenciones del país. Presentó el prototipo y ganó. Nueve años después, volvió a la exposición del Ministerio de Ciencia, realizada la última semana, y se alzó con la medalla de la Organización Mundial de Propiedad Intelectual (OMPI) entre los proyectos que tienen su patente aprobada. Todo invento nace de una necesidad y de un diagnóstico. Castro lo define en dos palabras: consumo innecesario en un escenario donde el valor de la energía se encarece. “Aún dependemos de los combustibles fósiles, que producen el 63 % de la energía eléctrica que necesitamos para vivir. Esto tiene un alto costo, con la generación de gases de efecto invernadero –remarca–. Hoy el único consejo que le pueden dar a la población es 'desenchufar los artefactos mientras no los utilizan y apagar las luces donde no hay nadie'”.
Pero hay un problema: por ser poco pragmático, casi nunca apagamos ni desenchufamos todo. La situación es peor en lugares públicos u oficinas, donde los artefactos permanecen así durante más de 14 horas, aunque nadie los use: el 76 % del día de consumo innecesario. Un router, por caso, consume 35 watts por hora y suele estar prendido las 24 horas; un televisor apagado, 1,2 W. Según un estudio del Lawrence Berkeley National Laboratory del Departamento de Energía de Estados Unidos, un cargador de celular que permanece enchufado de manera innecesaria consume 0,3 W/h. “Si tenemos en cuenta que en Argentina hay unos 42 millones de celulares en uso, según el Indec, y si absolutamente todos los argentinos desenchufáramos el cargador una vez finalizada la carga del móvil, no sería necesaria, por ejemplo, la construcción de la Central de Río Hondo en Santiago del Estero de 15 MW”. Entonces surge Lumaa, con sus sensores ópticos ya patentados en Estados Unidos y Europa. El sistema completo es autónomo, gasta menos de un tercio de watt, se alimenta desde un pequeño panel solar que soporta hasta 25 dispositivos y no consume energía de la red. “Podés poner uno en cada habitación, otro en la escalera que apague todo el piso, y otro en la puerta de entrada que apague toda la casa”, ejemplifica. Hay obras que ya lo están instalando y se sumó a la Red Argentina de Municipios contra el Cambio Climático (Ramcc), integrada por unas 400 comunas del país. “Independientemente del esquema eléctrico que posea la edificación, en las oficinas se podrán desconectar, por ejemplo, los dispensadores de agua de todo el edificio, sin importar el lugar donde se encuentren; también todas las fotocopiadoras e impresoras; por otro lado, monitores y cargadores de celulares. A su vez, todo el conjunto puede ser desconectado al mismo tiempo y desde cualquier punto del edificio”, revela. El Instituto de Energía y Desarrollo Sustentable, perteneciente a la Comisión Nacional de Energía Atómica, determinó que, si se mantiene una computadora encendida las 24 horas, el consumo energético anual llegará a 456,40 kW; en cambio, si se enciende solo en horarios laborales y se desenchufa el resto de tiempo, será de 102,53 kW. “Se podría generar un ahorro del 75 % solo si nos preocupáramos por desenchufarla luego de cada uso. También se observó que un dispensador de agua fría/caliente, si permaneciera desenchufado mientras las oficinas están cerradas, podría ahorrar en 246 días laborables unos 289,04 kW, y en 119 días no laborables, otros 263,28 kW”.
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